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Etérea

Etérea

2020
Acrílico sobre lienzo
50 X 60 cm


   Este cuadro, con inmaculada claridad, es una meditación visual sobre la ausencia y la presencia. El lienzo habita una superficie etérea que sugiere la fragilidad de un paisaje suspendido en la quietud de la blancura. Los árboles, esbozados con trazos sutiles, parecen surgir de la misma niebla que envuelve la escena, despojados de detalles definitorios, como si fueran sombras de lo que alguna vez fue o podría ser. La delicada transitoriedad de la obra, se ve acentuada por la paleta monocromática, donde la claridad no es un vacío, sino un espacio lleno de posibilidades, cargado de silencios y de una quietud que invita a la introspección.
La composición, con sus leves marcas grises, no solo delimita la figura del árbol sino que, al mismo tiempo, lo funde con el paisaje circundante. Los trazos suaves, casi imperceptibles, parecen desmaterializarse en el aire, fusionándose con la atmósfera. La obra, en su austeridad, no busca imponer la forma, sino sugerir una representación casi intangible del mundo natural. Esta paleta reducida, junto con la transparencia de las formas, habla del efímero y lo intangible, de la fugacidad, de lo que apenas se percibe. El cuadro se convierte así en una experiencia sensorial, más que en una representación explícita, invitando al espectador a adentrarse en un espacio de contemplación y de reflexión sobre lo que se escapa a la vista, pero que se percibe con el alma.