La presente obra despliega un paisaje tonal donde el verde salvia actúa como protagonista, desplegándose en gradaciones que oscilan entre lo etéreo y lo terrenal. Su presencia dominante, matizada por sutiles transiciones, crea una atmósfera envolvente que sugiere profundidad y movimiento, como si la superficie habitara entre capas de luz y sombra.
Interrumpiendo esta serenidad cromática, los trazos en negro, emergen con una fuerza gestual que impone ritmo y estructura. Estas marcas, funcionan como anclas visuales que organizan el espacio y provocan tensiones entre la suavidad y la fuerza. Los trazos oscuros, en contraste, irrumpen con una energía caótica, como vestigios de gestos espontáneos o cicatrices dejadas en la superficie, desafiando la estabilidad sugerida por los tonos verdosos.
La obra, invita al espectador a perderse en sus capas y texturas, a explorar las dualidades de orden y caos, control e impulso, dejando abierta la posibilidad de múltiples lecturas y significados.